QUE LA LUZ DE LA ESPERANZA NO SE NOS APAGUE

La espiritualidad del cuidado

Las hermanas que participamos en el Consejo General Ampliado que se llevó a cabo en Lima este reciente mes de febrero, podemos recordar con claridad las reflexiones que nos hacía Rosita Zúñiga en relación con el carisma D.I.C.

Ella nos decía que lo propio del carisma dominicano era LA COMPASIÓN Y LA MISERICORDIA y que quizá sea el aporte original desde Madre Hedwige al árbol de Domingo: la espiritualidad del CUIDADO, DE HACERSE CARGO, DEFENDER, ESTAR ALERTA, CUSTODIAR LA VIDA vulnerada y vulnerable de los ciegos, los leprosos, los niños, las niñas…

Custodiar la vida vulnerada

Este rasgo de nuestro carisma nos resuena tanto hoy, en este tiempo de dolor y de sufrimiento de nuestros pueblos. Tiempos que tiene que ayudarnos a leer de diversa forma como cristianos la vida y la historia, que, ante esta visita inopinada de un virus, nos está pidiendo ayudarnos a descubrir nuestra fragilidad y sacar lo mejor de nosotros mismos a favor de los demás.

Sabemos que muchas de nuestras hermanas religiosas no pueden estar en casa sino junto a los ancianos, a los niños, a los enfermos y las que están en las comunidades siguen buscando alternativas para llegar a los alumnos, llevar tranquilidad a los maestros y a los padres. Es un momento de unirnos todas para ponernos al servicio de los que más nos necesitan.

Nos hacemos cargo

Hay mucha preocupación no sólo por los contagios, sino por cómo afrontar esta realidad para seguir cuidando la vida de quienes el Señor nos ha colocado como custudios: niños, jóvenes, maestros, padres de familia, ancianos, enfermos que acuden a nuestros centros de salud; miles de personas con quienes nosotras compartimos la vida en nuestras escuelas.

Compartimos en esta sección recursos, sugerencias y aportes para nuestro apostolado, para seguir cuidando la vida y no dejar que la luz del nuestros corazones se apague: