PROVINCIA “SANTO DOMINGO DE GUZMÁN” (Ecuador, Mexico, Colombia, Estados Unidos)
Nuestra Congregación con visión misionaria, dócil a las inspiraciones del Espíritu y con el vivo deseo de ser portadora de luz, realizó la primera fundación en tierra Americana, en Cuenca-Ecuador, julio de 1889.
En la mañana del 10 de Junio de 1888, el Padre Cormier presidió la reunión comunitaria de la Casa Madre (Toulouse), convocada por la Madre Hedwige Portalet. Su planteamiento: proponer a la Comunidad aceptar una fundación en la ciudad de Cuenca, Ecuador, América del Sur. Objetivo: hacerse cargo de una obra ubicada en las afueras de la ciudad de Cuenca, para cuidar a los leprosos.
Antes, les anticipó que varias Comunidades a las que ya había propuesto, rehusaron aceptar.
Desde Francia, para una Comunidad incipiente y todavía pequeña, que poco antes había pasado una dura prueba de ingratitud y de injusticia, escuchar esta propuesta podía sonar a imposible. Una hermana se puso de pies, y con voz alta y firme dijo:
“Si nadie quiere ir, yo me ofrezco”
Era la Hermana Marie Dominique Fonds. De inmediato se ofreció la Hna. HyacInthe Rocher.
El 11 de Junio de 1888, consta la aceptación oficial de Madre Hedwige y su Consejo, de la fundación del Leprocomio y el nombramiento del personal que irá a esa fundación. Tomando en cuenta el ofrecimiento público de las dos Hermanas, el grupo quedó conformado por la Madre Marie Dominique Fonds, Superiora de la comunidad y las Hermanas: Josefa Pradel, María Jacinta Rocher, María Jacinta Rocher, Filomena Picard, Filomena Picard y Eloísa Roc:
Después de un largo viaje a bordo del barco L´Amérique, las Hermas arribaron a Guayaquil, donde las esperaba el Padre Duranti, Prior del Convento de Santo Domingo de Cuenca. Después de atravesar la cadena de los Andes, el 14 de Julio de 1889, hacían su entrada en la ciudad de Cuenca, donde fueron recibidas con enorme cariño. No quisieron detenerse en la ciudad. Pidieron bajar de inmediato a la hondonada de Cullca y llegaron al Leprocomio. Vinieron a entregar en girones su vida para cuidar a los leprosos que, en la lejana realidad del siglo XIX –según la patética descripción del célebre orador cuencano, el Dr. Juan María Cuesta – “estaban hacinados en ese lóbrego lugar. El leproso vivía cargándose a sí mismo, como si cargara a un muerto; la soledad lo deprimía y la podredumbre lo asfixiaba. El grupo de Religiosas de hábito blanco y de manto negro, vino a posarse como un grupo de golondrinas, en la cruz de un cementerio viviente. Naturalmente, esto nos repugna a nosotros; pero no repugnaba a la Hermana Dominica que baja del cielo, y mira en el pobre las llagas de Jesucristo. Sí, porque el enfermo es una especie de sacramento; lo instituyó el mismo Señor Jesús cuando dijo: “Lo que hacéis con estos pequeños, conmigo lo hacéis.”
Quizá por ese germen de renunciamiento y donación sin medida, el Leprocomio fue como la semilla prodigiosa de numerosas vocaciones y de sucesivas fundaciones, que colmarán las esperanzas de Madre Hedwige. Fundaciones que darán lugar a una floreciente Provincia en el Ecuador y que será el punto de partida de la primera fundación en el Perú.
Con la ayuda del Dios de la misericordia y el amor, las obras apostólicas han continuado expandiéndose como es en la educación, en la parroquia, la asistencia social, la juventud, las misiones… Todas se han empeñado por actualizarse y renovarse. Han germinado nuevos proyectos, nuevas expectativas. El avance vertiginoso del tiempo, las exigencias de la nueva sociedad y nuestra propia convicción vocacional, son un reto que culmina en un desafío. El camino de nuestra consagración religiosa dominicana, surge más vivo, cuestionante y exigente que nunca, planteándonos un dinamismo que espera nuestra respuesta coherente con el Evangelio y con el sueño carismático de nuestros Fundadores.
A las cinco Hermanas Francesas, a nuestras primeras vocaciones ecuatorianas, la entrega infatigable de las autoridades que han servido a la Provincia, el compromiso fehaciente de cientos de hermanas, les debemos lo que somos y lo que hacemos; su memoria y su acción están escritas en nuestra historia. Su ejemplo perdura de generación en generación, y cantamos su recuerdo en el pentagrama de nuestra gratitud. Por lo tanto, esta historia continua en el aquí y ahora con el ferviente deseo de hacer nuestras las palabras de la Carta a los Hebreos, y decir:: “aquí estamos, oh Dios, para cumplir tu voluntad” con actitud vigilante y comprometida para “mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”. Papa Francisco.
(Este relato de la fundación de nuestra Provincia, está tomados de los escritos de Madre Rosita Valdivieso “ BIOGRAFIA DE LA MADRE HEDWIGE PORTALET” )
¡Buena fiesta queridas hermanas!