La Formación Permanente nos permite vivir la vida religiosa con alegría renovada, con gozo perenne de pertenencia a Dios y con el deseo de que la vida sea fecunda para seguir incansablemente “predicando la verdad y portando la luz de Cristo”.
Para la Congregación de Hermanas Dominicas, la formación permanente es una exigencia constante de fidelidad a nuestra vocación de religiosas de vida apostólica en la Iglesia. Como miembros de esta iglesia, necesitamos mantenernos en actitud de conversión y renovación constantes, si queremos conversar el impulso y la fuerza para evangelizar de manera creíble a un mundo en incesante cambio.
La formación es un proceso gradual que lleva a aprender del Evangelio durante toda la vida para dar razón de la fe y de la esperanza en el contexto que vivimos y “testimoniar la belleza del seguimiento de Cristo en las periferias del mundo”.
