El Señor nos ha llamado para mostrar el camino de luz, verdad y amor que conduce a Él. «Y tú serás profeta del Altísimo, irás delante del Señor a preparar sus caminos y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación. Para iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte; y guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Cfr. Lc. 1,76-79). Este don nos viene de las «entrañas de misericordia de nuestro Dios» de su ternura de madre, que nos concede la visita de Jesús, Luz de lo alto (Cfr. Lc. 1,77).
El Señor nos convoca a esta peculiar misión, a emprender el camino de la luz, de la paz, de la humanización, desde las tinieblas y sombras de muerte. Nos envía a realidades concretas: cegueras, leprosos, ignorancia, cuya experiencia nos concede sentir en nuestro corazón y contemplarlo en la Luz de Dios y en las ansias de verdad de nuestro mundo.
Los ciegos, los leprosos, siguen siendo un referente, un punto de partida. Los ciegos, desde la raíz original de nuestra historia, significaron el carisma que prende la luz en el corazón ardiente de la Madre Hedwige Portalet. Y la luz se expande. La insólita propuesta de esas voces lejanas de un rincón de América, llegan más que a lo oídos, al corazón de la Fundadora. No se detiene, en su interior hay un fuego incontenible. Venir al lejano continente, servir en el rincón de una leprosería, con todas las pobrezas humanas encontradas en una dura realidad era, a no dudarlo, una MISIÓN AD GENTES que llevaba en sí un potencial misionero sin fronteras. Prueba de ello es que, desde ese leprocomio, brotó una florescencia primaveral de vocaciones y una expansión apostólica.
La misión se irá concretando en toda la Congregación, cada vez más, en obras de educación a todo nivel, en hospitales, residencias de ancianos, evangelización y catequesis por todos los caminos; promoción humana y cristiana, expansiva, universal, con una preferencia entrañable por los pobres y excluidos. “Y no cesan de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús, cada día” (Hch.5, 42).
En el mundo hay cegueras incontables, es urgente llevarles la luz. “No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en casa” (Mt. 5, 15).
El Padre nos ha llamado desde el seno de nuestra madre como al Siervo de Yahvé (Is. 49,5), como a Pablo: «Dios me consagró desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, y tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles» (Gal. 1, 15-16). Vocación a vivir de Jesús, a conocerle y amarle, a estar identificadas con Él en amor y en cruz: «Estoy crucificado con Cristo; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí» (Gal. 2, 19-20). He aquí el camino de identificación con Jesús en la experiencia de cruz y de contradicciones por causa de la luz y de la misión que hemos recibido del Espíritu Santo por medio de Madre Hedwige Portalet.
El ministerio de la luz viene de Dios que es Luz, ministerio de santidad y de justicia, camino de paz, comunión de unos con otros. Identificación con Jesús, amor a Él; visión interior y profunda de Dios y de su misterio. Sublime vocación recibida de Dios Padre, de sus entrañas de misericordia. Esta es nuestra predicación: