Todas las criaturas nos invitan a pensar en la belleza eterna de Dios, y cuando contemplemos
con ojos limpios, encontramos entre ellas,
a personas que reflejan esa belleza.
hoy, nos detenemos a admirar a un alma fina, adornada de muchas virtudes. Me refiero a
San José a quien se le considera “patrón de la Iglesia universal”.
San José, figura sutil y extraordinaria
que resplandece lleno de gloria,
con gestos sencillos y cotidianos
logrando unir a los cristianos.
Por Dios fue escogido y llamado
para ser padre del Hijo amado
Y confiando en él, le dio una misión:
ser colaborador en el misterio de salvación.
Sin preguntas ni razonamiento
José deja de lado su plan,
para seguir paso a paso este acontecimiento.
con fervor, con amor ardiente
y con generosidad elocuente.
Dios le mostró el camino más seguro para cumplir el plan de salvación; con valentía y obediencia, acogió su propia historia, enfrentando en forma creativa las dificultades que se le presentaban, haciendo de cada problema una oportunidad valiosa.
San José, libre y generosamente entra en el camino estrecho que ha de llevarle al cumplimiento del Plan que Dios le dio. Para ello, se desprende del plan que ya se había construido y de todo lo que aparece como una pantalla entre Dios y él, logrando una vinculación a un estado de vida más perfecta y de gran responsabilidad. Esfuerzo positivo y personal de una verdadera entrega, dentro de una condición que le permitió, sin añadir nada nuevo, que la gracia de Dios, depositada en su alma, produzca todo el fruto que tenía que producir en los surcos de la futura salvación. Tuvo la certeza de que podía realizar ese proyecto porque su corazón estaba lleno de sabiduría para poder superar cualquier obstáculo que se le presentase, convencido de que Dios lo guiaba y miraba con ojos misericordiosos, colocando en su pensamiento un rayo de luz de su propio rosto cual fuego que brota de su dulce corazón, estuvo siempre atento a la voz del Señor que habla, que conduce, que invita a ser Profetas de su Reino.
Olvidando lo que tenía que pensado hacer, se esfuerza por alcanzar lo que hay por delante; deja lo que conoce y emprende un largo y difícil camino, como Abraham hacia la tierra prometida de Canaán, como Moisés hacia una tierra misteriosa, porque sabía que estaba llamado a una obediencia, que luego se volvería fe en el hoy.
Cuando se enteró que María estaba embarazada y recibir el comunicado del ángel, mostró su auténtico amor a la mujer que había elegido para su esposa y en lugar de denunciarla, con ternura la acogió.
Con su confianza puesta en la Divina Providencia, venció muchas dificultades, no eran muros que detuvieran su audacia, sino que con asombrosa valentía buscaba una solución para cada dificultad, muchas veces dolorosas como aquella cuando no encontraba posada para el nacimiento de su Niño; el huir de un lugar a otro para salvar de manos enemigas, al recién nacido.
Con su trabajo de carpintero logra el sustento de su familia. José cría, cuida defiende y protege a Jesús, responsabilidad que cumple con mucha generosidad.
Su taller fue una escuela donde Jesús aprendió el valor del trabajo, la alegría de ganarse el propio sustento y la dignidad de comer el pan como fruto del propio trabajo, y así, acelerar el advenimiento del Reino.
Así es como José cumplió el sueño del Señor; abandonándose en los brazos de Dios, se lanzó a lo desconocido y con gran humildad, en silencio, en reflexión y constante oración, llevó adelante el sublime proyecto de Redención.
Hna. Sabina Marroquín
Priora del Convento «Sagrado Corazón»
Casa Provincial – Provincia Santa Rosa – Perú
