Raíces del carisma: La Palabra de Dios
Desde la Palabra
Las Dominicas de la Inmaculada Concepción son mujeres que comparten el ideal común propuesto por Santo Domingo de Guzmán y la Madre Hedwige Portalet. Un carisma que desde la Palabra transforma la vida de los seguidores de Cristo. Hedwige descubre en la contemplación, la luz de Cristo y su resplandor para vivir en la transparencia y en la Verdad y desde esa experiencia compartir la vida con los hermanos.
Para profundizar el carisma que Dios nos regala a través de esta gran mujer podemos como dominicas descubrir en la Palabra la presencia de Dios como luz y a la vez un fuerte llamado a vivir en la luz.
Ya desde inicio de la creación el Todopoderoso dice: «Fiat lux», «Haya luz» (Gn 1, 3), y la luz se separó de la oscuridad.
Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que revela algo de Dios: es como el reflejo de su gloria, que acompaña sus manifestaciones.
Cuando Dios se presenta, «su fulgor es como la luz, salen rayos de sus manos» (Ha 3, 4). La luz -se dice en los Salmos- es el manto con que Dios se envuelve (Sal 104, 2).
En el libro de la Sabiduría el simbolismo de la luz se utiliza para describir la esencia misma de Dios: la sabiduría, efusión de la gloria de Dios, es «un reflejo de la luz eterna», superior a toda luz creada (Sb 7, 27. 29).
En el Nuevo Testamento es Cristo quien constituye la plena manifestación de la luz de Dios. Su resurrección ha derrotado para siempre el poder de las tinieblas del mal.
Con Cristo resucitado triunfan la verdad y el amor sobre la mentira y el pecado. En él la luz de Dios ilumina ya definitivamente la vida de los hombres y el camino de la historia.
«Yo soy la luz del mundo -afirma en el Evangelio-; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).