Conocer y recorrer Pibrac, el pequeño pueblo de Francia que vio nacer y crecer a nuestra Santa de hoy, es una experiencia del amor de Dios por los más pequeños.
Después de unos días de nacida la pequeña María Germana de Jesús, quien perdió a su Madre ya que murió, por ende, nunca la conoció. El papá, pensando en un futuro para su pequeña hija, le buscó una madre, madrasta que nunca la dejó y que siempre la hizo sufrir por las malformaciones que tenía en su cuerpo sobre todo en sus manos
Esta pequeña niña que quizás no entendía lo que sucedía, desde muy pequeña entregó su vida, sus sufrimientos a Dios. Vivía en la parte rural de Pibrac, una casa humilde, cerca al río, donde cuidaba de sus ovejas, cerca existía una capilla donde ella participaba de la Santa Misa y los días que no podía rezaba el Rosario.
La madrasta, la hacía dormir debajo de las escaleras, en el desván de la casa. Es allí donde ella santificó sus días. Le gustaba hablar de Dios y enseñaba a los niños a conocer a Dios era una catequista de los pobres de su pueblo, y después les daba de comer el poco pan que tenía.
Un día llevando un poco de pan envuelto en su mandil, a escondidas, de su Madrasta es descubierta por la misma y esta le reclama que llevaba allí, cuando la pequeña le dice que son flores, se las enseña y aquí esta unos de los relatos milagrosos que nos cuentan “el pan que llevaba se convirtió en flores”.
Caminar por los caminos donde corrió, jugó, predicó, enseñó Santa Germana, es una bendición, se siente una paz inolvidable, invitando a un momento de oración, penitencia y sacrificio.
Madre Hedwige Portalet, conoció muy bien la historia de esta santa tolosana, y le rezaba a ella por los niños ciegos que en su tiempo eran como Germana, puestos de lado, no valorados por su condición.
Hacer esta peregrinación, que hacía nuestra fundadora, de ir a rezar la Basílica donde están las reliquias de Santa Germana, es compartir su experiencia espiritual.
Sigamos el ejemplo de Santa Germana, no nos quedemos en nuestras limitaciones. Seamos capaces de descubrir nuestras virtudes para que así podamos dar a conocer a Dios poniendo todos nuestros dones al servicio de los más vunerables, a pesar de nuestros límites.
Acojamos en nuestras vidas la humildad y la virtud de Santa Germana.
