[1] Mausoleo de las hermanas difuntas.
La familia que nos compró la casa de Pompignan no quería quedarse con nuestro “caveau” y los restos de nuestras Madres y Hermanas. Después de la venta, tuvimos que hacer construir otro “caveau” en el cementerio de Terrecabade en Toulouse, suficientemente grande para recibir los restos de Pompignan y también que nos pueda servir en el futuro para las Hermanas de Toulouse.
Una empresa de Toulouse hizo el trabajo en la parcela que tenemos en común con las Benedictinas de Massegrenier. Cada una teniendo su propio espacio.
Los trabajos habían sido terminados en Toulouse, nos faltaba vaciar el “caveau” de Pompignan. Se hizo en una fría mañana de neblina, y un hielo blanco cubría el césped de la propiedad.
Eran las 8 h de la mañana. La empresa tardó en llegar y estábamos esperando en el frio, cuando de repente el nuevo dueño se presentó y nos invitó a bajar a la casa a tomar algo caliente. Nuestro “gracias” aceptándolo tenía mucho valor.
Después, se inició la exhumación de los restos, reuniendo los más antiguos en nuevos ataúdes, y cargando todo en una camioneta. El traslado se realizó hasta Toulouse sin nosotras. En Terrecabade, en el nuevo “caveau”, hemos visto después que las dos cajitas blancas de nuestras Madres, les habían colocado en la esquina derecha.
Pueden pensar que no fue un momento fácil para nosotras, Madre Inmaculada y yo ; pero es así, la familia tiene que estar presente del inicio al final. Cuesta lo que cuesta.
Nuestra misión al servicio de nuestras Madres y Hermanas difuntas se terminó hacia las 11 h.
Y nos regresamos a la Casa Madre en Toulouse.
Las hermanas nos esperaban con toda su atención, preocupadas de saber si necesitábamos algo que nos ayudaría. Después de comer, nos marchábamos por tierra en dirección de Roma. Gracias a la atención y bondad de nuestras Hermanas, compartimos una copa de champagne para levantarnos un poco el ánimo, después de esta mañana de recuerdo y de cercanía con la muerte.
Que sean en Pompignan o en Toulouse, en cualquier lugar del mundo, que nuestras hermanas difuntas descansen en paz y velan sobre nosotras. Solo el silencio envuelve los ataúdes, pero también en este momento durante el cual desfila el recuerdo de la vida compartida. Ese es nuestro tesoro : lo que se sembró, se edificó, se vivió, nuestras hermanas nos lo legan. Nunca debemos olvidarnos que si somos lo que somos hoy, las Dominicas de la Inmaculada Concepción, es a ellas que lo debemos. Nuestro deber de memoria, es de no olvidarlo, ni en la historia, ni en el corazón, y menos todavía en la oración.
Hna. Annick Dupuis
Hermana de la Comunidad Santo Domingo
Casa Madre – Toulouse