Muy queridas hermanas:
Con agrado les hago llegar a ustedes, mi fraterno y afectuoso saludo en Cristo y María Inmaculada y al mismo tiempo compartir el inmenso gozo y alegría que siento, debido a la cercanía de uno de los más grandes misterios de la historia y salvación de la humanidad: La Navidad. He aquí la voz sonora del ángel. ¡Os anuncio una gran alegría! ¡Os ha nacido en Belén un salvador!
Se rasgan entonces los cielos, aparece todo un ejército de la milicia celestial, que va cantando por el firmamento estrellado: ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres amados de Dios! A este Niño Jesús, le felicitamos de corazón y le decimos: ¡Feliz cumpleaños! ¡Por muchos años! ¡Por años y por siglos eternos! Dos antiguos Doctores de la Iglesia, y de los más grandes, como son Ambrosio y León Magno, lo expresaron de la manera más elocuente y precisa. San Ambrosio exclama en su Liturgia de Navidad: ¡Hoy celebramos el nacimiento de nuestra salvación! ¡Hoy hemos nacido todos los salvados! Tiende su mirada más allá de la Iglesia, y felicita al mundo entero: Hoy en Cristo, oh Dios, haces renacer a todo el mundo. Y el Papa San León Magno, con su elegancia de siempre, dice: No solo el nacimiento del Redentor, ¡También es nuestro propio nacimiento! El nacimiento de Cristo es el nacimiento de todo el pueblo cristiano. Cada uno de los cristianos nace en el nacimiento de hoy. Este mismo Papa, felicita a todos con un célebre párrafo: ¡Felicitaciones carísimos, porque ha nacido el Salvador! No cabe la tristeza cuando nace la vida. Si eres santo, ¡alégrate!, porque tienes arriba tu premio. Si eres pecador,¡alégrate!, porque se te ofrece el perdón. Si eres un pagano todavía, ¡alégrate!, porque eres llamado a la vida de Dios. En medio de esta desbordante alegría que implica la celebración de la Navidad, hagamos un alto en el camino, para entrar en nosotras mismas y alentadas por la actitud respetuosa de la Virgen María, reflexionemos sobre nuestra preparación y vivencia del Misterio de la Navidad. ¿Está preparado nuestro corazón para recibir a Jesús en él? ¿Vivimos nuestra vocación con fe, alegría y esperanza? ¿Encarnamos nuestra vida consagrada en Cristo? ¿Vivimos nuestra misión apostólica, como un acto de amor, de entrega, de servicio a nuestros hermanos? Vivamos la Navidad con auténtico espíritu cristiano; asumiendo actitudes sobrias, generosas, solidarias con nuestros hermanos más pobres y necesitados. Recordemos siempre que «La caridad de Cristo nos apremia (2Cor5, 14). Hermanas esperemos confiadas la llegada del Señor, y cualquiera que sea el desierto de nuestras vidas y cada uno sabe en qué desierto camina, se convertirá en un jardín florido. ¡La esperanza no defrauda! Lo decimos otra vez: “¡La esperanza no defrauda!”, ¡Dejémonos enseñar la esperanza! (Papa Francisco). Para todas y cada una de ustedes queridas hermanas, ¡Una Feliz y Santa Navidad! Y ¡Un Feliz Año Nuevo lleno de gracias y bendiciones! Las abrazo con cariño y gratitud,
Hna. Antonina Alfaro
Priora General