Si te preguntas ¿Cómo se hace santo un dominico? La respuesta está en el santoral dominicano como historia viva de predicación según el carisma de Santo Domingo. Además, Fray Bruno Cadoré, OP, ex Maestro de la Orden, en su carta “la santidad de Domingo, Luz para la Orden de Predicadores” destaca algunas claves del carisma a propósito de los 800 años del “diez natalis” del santo fundador. (Cadoré 2018)

La fraternidad en la comunidad: nuestra cultura selfie pone de relieve la necesidad de un corazón disponible al servicio comunitario. Humberto de Romans testimonia las palabras de Domingo antes de su muerte: «Esto es, hermanos queridísimos -dijo-, lo que os dejo en posesión como a hijos por derecho hereditario: Tened caridad, perseverad en la humildad, poseed la pobreza voluntaria». ¡Oh testamento de paz!…» (Gómez García, 2011)
Es interesante leer en los testimonios de Fray Ventura que Domingo predicó hasta el último momento de su vida (Bologna, agosto de 1221), en un ambiente comunitario, en una celebración litúrgica para entregar su alma a Dios, «Padre Santo, con gran placer he perseverado en el cumplimiento de tu voluntad, y he guardado y conservado a los que me diste; yo te los recomiendo, consérvalos y custódialos” (Bolonia, I,7) . Además, nos suena en el alma la declaración de fray Rodolfo de Faensa: “No lloréis, que yo os seré más útil desde el lugar adonde voy, de lo que lo haya sido aquí” (Ibid, VI,4).
La predicación es un testimonio: los santos predican al estilo de Jesús, recorren caminos y mares -y los escenarios digitales- proclamando el Reino de Dios. Predicar te lleva al encuentro, al diálogo, a conocer mejor al prójimo, a descubrir lo más íntimo del ser humano. Primero pasa por una experiencia personal la predicación de la esperanza, el amor, la alegría, la fe, y todas las virtudes cristianas.
Entonces, el talante de un miembro de la Familia Dominicana es la antorcha de la predicación. El predicador de la gracia pidió expresamente: “No quiera Dios que sea sepultado en otro lugar que bajo los pies de mis frailes” (Ibid, I,7). Esta petición permanece como sus palabras de cercanía en nuestras luchas por la santidad; era costumbre buscar la sepultura bajo las reliquias de los santos. Ojo al guía, la predicación no es una tarea es la propia identidad.
Una vida grata a los ojos de Dios: esta es la esperanza actual de todo cristiano y de la iglesia.
Fray Gerard Francisco Timoner III, OP, preguntaba a los capitulares: “¿Cómo predicamos la amistad de Dios en una época en la que oímos a la gente fomentar las fracturas y las divisiones? ¿Cómo predicamos en un tiempo de pandemias perniciosas de indiferencia, clericalismo, divisiones, noticias falsas, desesperanza?” (Timoner 2021). En la misma intuición, la iglesia vive un proceso de sinodalidad con el fin de superar los estereotipos, superar la plaga del clericalismo, combatir el virus de la autosuficiencia, superar las ideologías, escuchar, caminar juntos,… (Cfr. ABC de la Sinodalidad)
A la luz de estos anhelos, gratos a Dios, hace ocho siglos el papa Honorio III escribía: «Rogamos, por tanto, a vuestra devoción y os exhortamos reiteradamente, mandándooslo por medio de este escrito apostólico, que tengáis como recomendados, por consideración hacia nosotros y hacia la Sede Apostólica, a los frailes de la Orden de Predicadores, cuyo ministerio creemos que es útil y cuya vida religiosa creemos que es grata a Dios». (carta del 11 de febrero de 1218).
Una vida apostólica: las hijas e hijos de Domingo prolongan la vida apostólica al proclamar la palabra de Dios a favor de la humanidad en los contextos específicos, atentos a los signos de los tiempos, viven intensamente una vida al servicio de la iglesia con la oración y la contemplación, con palabras de profetas, con testimonio de apóstoles. Y como Domingo y la tradición de la Familia Dominicana, predicando la verdad y la compasión. “Conjugando vida intensa de oración para que el mundo tenga vida, entrega generosa a la fraternidad y búsqueda exigente de la verdad, han sido apóstoles como santo Domingo o san Vicente Ferrer, doctores como santo Tomás de Aquino y santa Catalina de Siena, mártires como san Pedro de Verona.” (Cadoré 2018).
Fray Javier Abanto Silva O.P.
Promotor General de Medios de Comunicación