Estoy seguro de que estas palabras del Salmo 118 ayudarán a todas las Hermanas Dominicas de la Inmaculada Concepción a pensar en el carisma heredado de la Madre Hedwige Portalet: “Ser Luz y Caminar en Verdad”.
Dos verbos que nos llevan a pensar en algo fundamental: ¡Ser y Caminar! Se hace camino al andar, que dice el poeta, y preocupados más por el ser, presente en el mayor de los silencios, que por todo lo que podamos hacer: el ser nos introduce en el misterio y da sentido pleno a toda nuestra experiencia.
Nos hemos preparado para celebrar la Pascua, donde el llamado a la conversión personal y comunitaria han estado muy presentes: ¡Necesitamos ser más humildes, sabiendo que sin conversión no hay Pascua! El signo sensible de que creemos en la Resurrección es la alegría y podremos estar alegres si caminamos en verdad.
Es la Palabra de Dios la que nos ilumina y es ella el alimento necesario para quienes buscamos hacer el camino de la vida pensando en Jesús de Nazaret, nuestro único modelo a seguir e imitar: ¡Pasión, Muerte y Resurrección! “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser ejecutado y resucitar al tercer día”(Lc. 9, 22-25) : ¡Nos cuesta “entender” que la cruz y la muerte preceden a la Resurrección! Aprendamos del Señor y Maestro: “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía” (Mt. 26, 36-42)
Para celebrar la Pascua y vivir la liturgia de este tiempo tenemos que “hacernos pequeños”. Posiblemente, la nostalgia sensible de cuando éramos más chiquitos nos pueda ayudar a “aterrizar” en el misterio que celebramos y poder encontrarnos con el Dios-Hombre, que en el Mayor de los silencios sale del sepulcro para encontrarse con todo hombre y mujer.
Recuerdo bien aquellas celebraciones en mi pequeño pueblo, donde niños y mayores estábamos presentes, donde el agua(bautismo) y el Cirio Pascual (presencia sensible del Resucitado) nos hablaban de alguien que vivía: ¡ Esa era la fe que proclamábamos! Me llamaba mucho la atención aquella solemnidad con la que el sacerdote proclamaba por tres veces “esta es la luz de Cristo”. Pienso también en esas pequeñas comunidades campesinas e indígenas donde me gustaba llegar, acompañado algunas veces, por “Hermanas Dominicas de la Inmaculada Concepción”: “Eran ellos y ellas, los más pequeños, quienes fortalecían nuestra fe y nuestra esperanza!
Ahora, en este tiempo de Pascua, es la Persona de Jesús de Nazaret, Cristo Resucitado, la luz que nos ilumina y que hace que nuestras lámparas no se apaguen nunca, estén siempre encendidas; es Él quien nos compromete a caminar en verdad y a ser luz para quienes no creen en lo que nosotros SI CREEMOS: ¡Gritemos con nuestra propia vida que el crucificado vive resucitado!
¡Feliz Pascua!