Conocemos ya bastante nuestra historia de los comienzos: un llamado desde Ecuador, desde los márgenes y el abandono hasta Tolouse, a una comunidad de Hermanas Dominicas que estaban en los primeros veinte años de su andadura. Nadie ha querido aceptar el llamado, les dijo el P. Cormier … hasta que en medio del largo silencio se escuchó decir con claridad y decisión: “Si nadie quiere ir, yo me ofrezco”, como el profeta Isaías (6,8), Madre Dominga Fond dio respuesta al grito de Dios que venía desde los enfermos y enfermas de lepra de Cuenca que nadie quería atender.
Y se abrieron horizontes de esperanza y misión, para los enfermos y para la Congregación, el arbolito estaba creciendo, las ramas se extendían y atravesaban los océanos, las semillas del carisma germinal se lanzaban en tierras ecuatorianas, y dieron frutos, y crecieron…
Son los empobrecidos y los que van quedando al margen de todo reparto, en las periferias geográficas y existenciales de todos los tiempos donde Dios se revela y muestra su rostro…, allí está, ese Dios con nosotros, convocándonos a hacer presente el Reino del que ellos son los portadores.
Esta es la experiencia de la que, con humildad puedo dar testimonio, mi perseverancia en la vocación como consagrada y dominica, se la debo, por supuesto, a la infinita misericordia de Dios que sigue confiando en mi a pesar de mis debilidades, y al privilegio de compartir toda mi vida y misión entre la gente sencilla de los barrios periféricos por donde he pasado. Desde la primera formación cuando los domingos íbamos al barrio de El Censo, pobre y sencillo. Un poco más adelante, mi primera asignación a fundar la comunidad María Inmaculada en el barrio de la Quito Sur, considerado “zona roja” por peligroso, pero qué a gusto, durante muchos años, recorrimos sus casas y calles, la gente ofreciendo su amistad y sus vidas a veces tan rotas… nosotras un poquito de esperanza, iniciativas lindas de caminar juntos, formando “Iglesia bonita, corazón del pueblo, Iglesia sencilla, semilla del Reino”. Santo Domingo de los Tsáchilas, un barrio del centro de la ciudad pobre y marginal, cercano al mercado, gente pobre, algunos alcohólicos, delincuentes, migrantes del campo y las provincias… gente acogedora, valiente, alegre, cercana, de fe inmensa en el Dios que siempre camina con su pueblo.
Y en la Casa del antiguo Leprocomio, nuestra primera presencia en América Latina. Ya no están los enfermos, pero queda el sabor de la entrega vivida por tantas hermanas, las cinco primeras y las que siguieron, en fidelidad a Jesús que se identifica con los últimos y olvidados. Ahora es un pequeño Centro Pastoral “Madre Dominga Fond”, y lo nuestro sigue siendo: ser casa de puertas abiertas a la gente que viene trayendo su vida necesitada de atención, de aliento, de esperanza y ser casa de salida misionera, de puerta en puerta, invitando a unir fragilidades y fortalezas para hacer presente el Reino que nos ha sido dado… Predicando la Verdad y portando la Luz de Cristo.
Hna. Rosa Zúñiga
Dominica de la Inmaculada Concepción